diumenge, 24 d’abril del 2016

Jakob Swaggeich


Me despierto. Hoy con la lluvia no he podido dormir demasiado. Como siempre, como todo lo que hay: una mísera tostada (más bien quemada).
Me cambio de ropa y empiezo a correr… y correr… y correr… 14 Km, como cada día.
Me paro: noto el viento en mi cara, oigo los mismos ruidos fantasmales de siempre, los pájaros, siento el olor de tierra húmeda y en mi mano empuño con fuerza mi lanza.
Tengo suerte, hay unos matorrales que se mueven, así que sin pensarlo dos veces, tiro la lanza con todas mis fuerzas hacia los matorrales.
- ¿¡Qué haces!? - de los matorrales sale una chica preciosa mirándome muy severa y seriamente a los ojos (unos ojos muy brillantes, como unas perlas de color azul, como el mar).
- Quién eres? - pregunto – yo me llamo Jakob.
- Yo soy Calera, hija de Sirius, el jefe de la tribu llamada “Ywooks” - dice enfadada - y me acabas de rozar con tu maldita lanza en mi pierna.
- Lo siento – digo - ¿Qué puedo hacer?
- Si fuera por mi estarías muerto en este mismo instante – dice Calera – pero no soy yo quien decide. Sígueme. El Chamán lo decidirá.

La sigo por el bosque. Es muy rápida. De repente, veo todo un pueblo indígena y muchas casas de madera.
Calera emite unos extraños gritos, y un minuto después todo el poblado está rodeándome.
Una persona mayor con arrugas se acerca a mí y me observa durante un buen rato, que me parece una eternidad mientras el extraño poblado mantiene silencio y, siguiendo el ejemplo del Chamán, mirándome también fijamente.

- Tú buen amigo serás si pasas pruebas tres. Primera: cazar águila con arma propia fabricada.
Y acto seguido me encuentro en una montaña. Si no fuera por que no tengo la lanza habría pensado que todo había sido un sueño. De repente veo un águila, y otra, y otra.
Tengo que aprovechar la oportunidad. Cojo un palo del suelo y lo ato a una piedra. Lo lanzo con todas mis fuerzas y le doy a la primera águila en el ala. No consigo nada, excepto enfadarla aún más.
Viene derecha hacia mi, y todas sus compañeras se unen a ella. Voy a morir, voy a morir, voy a morir...A no ser que...

Rápidamente me corto el dedo pequeño de la mano izquierda con una piedra muy afilada del suelo y lanzo el dedo en el aire.

Una gran punzada de dolor recorre todo mi cuerpo, pero no da tiempo de preocuparme por un simple corte, ya que las cuatro águilas se pelean por el minúsculo trozo de carne cruda que unos segundos antes formaba parte de mi.
Quiero saltar encima de ellas, pero mi instinto me dice que no, así que hago caso de mi instinto.
Una de las águilas se acerca a mí y, ni sabiendo porqué, con sus garras se suicida.

En el mismo instante en el que agarro a la muerta águila vuelvo a estar delante de toda la aldea.
- Tú saber dominar animales gracias a tuyo instinto. Tú ser bueno dominador de tu propia mente. Nosotros curar ya herida.
Y con unos polvos que pone donde estaba mi dedo pequeño la herida se cura.

- Segunda prueba: fabricar cabaña como nuestras, en tres días.
La segunda prueba es fácil: me fijo en las casas y aprovecho para colarme en las de la gente “para ver cómo son por dentro” y me gano su confianza.

Sobretodo voy a la de Calera, que cada vez es menos dura conmigo. Así que la cumplo sin ningún problema.
Tres días después todo el pueblo se reúne. Esta vez no están todos callados; algunos incluso me animan, hasta que entra el Chamán.

- Tercera y última prueba. Si tú pasar, tú entrar. Aprender a pelear será. Entrenador tuyo Sirius, jefe.

Un frío helado recorre mi cuerpo (ya que si todo va bien Sirius será mi suegro).
Los días son duros, cada entrenamiento descubro una cosa nueva, algo más. Hasta que Sirius decide que estoy preparado, que paso a ser parte de la tribu de los “Ywooks”.
Cuando me lo dice me pongo radiante de alegría, pero entonces unas flechas aparecen de la nada y le dan a Sirius en el pecho. Calera suelta un grito ahogado y unos hombres salen de detrás de los árboles y empiezan a pelear (es la tribu de los “Pótarr”, de los que he oído hablar).
La pelea acaba derrumbando las cabañas, pero hay muy pocos muertos.

Me despierto. Hoy con los llantos de Cetefe no he podido dormir demasiado. Como siempre (de hecho no), como la mezcla vegetal que me ha preparado Calera y bebo el típico zumo indígena de mi tribu:

LA TRIBU DE LOS YWOOKS !!!

Xavier Parellada i