dissabte, 14 de maig del 2016

La caperucita y sus locuras


En un lugar muy lejano, en un planeta verde y azul, una bruja está hablando con Pinocho:
-Pinacho, ves a poner esta carta al buzón de Caperucita.
-Muy bien pero me llamo Pinocho.
-Vale, vale pero hazlo ya Pistacho.

Un rato después en casa de Caperucita…
-Buenos días madre, voy a mirar el correo-dijo Caperucita. Ohhhh, la abuelita se a mudado aquí al lado.
-¿La quieres ir a ver?- dijo la madre.
-¡Sí,sí a casa de la abuelita!- grito entusiasmada Caperucita.
-Toma esta cesta y dásela a la abuela cuando llegues.
-Adiós mama.

Aunque la abuelita se hubiese mudado cerca, estaba al otro lado del río y Caperucita tenia que dar un rodeo muy largo. A mitad del camino Caperucita vio una casita de chocolate y entonces fue a descansar cinco minutos, pero cuando entró en la casa, un cerdo y Pinocho la atraparon y la ataron junto a Hansel y Gretel.

-¡Mira que niña tan bonita, a lo mejor también esta buena para mi caldo!
-¡Ayuda!- gritaban los tres niños.

Mientras tanto en un castillo lejano…
-Señor Pepino, han capturado a Caperucita y a Hansel y Gretel-dijo Mocoso.
-¿Qué? -dijo Pepino- ¡Tenemos que ir a rescatarlos!
-Sí- gritaron los siete enanitos.

Mientras Pepino y los siete enanitos iban a rescatar a Caperucita en el pepinillo, su gran carruaje, la bruja ya estaba preparando un caldo para meter a Caperucita, a Hansel y Gretel.
-¡Alto!- la puerta se abrió de repente y entraron Pepino y los siete enanitos.
-¿Qué hacéis aquí?, ¡esto es propiedad privada!- gritó la bruja enfadada.
-Con que propiedad privada, eh? Entonces, ¿por qué tienes a estos niños aquí?
-Eso no os importa.
-¡A mi si!- dijo Gruñón.
-A por la bruja.
Entonces, de un empujón tiraron a la bruja en la olla.
-Gracias Pepino- dijo Caperucita
Caperucita se tomo una manzana que tenia la bruja, un rato después callo y murió.
En el funeral que le hicieron, Pepino le dio un beso y de repente Caperucita despertó.
-Pepino, muchas gracias- dijo Caperucita.
Y así fue como Pepino y Caperucita fueron felices para siempre.

Daniel Ibáñez y Eric Planell