Había
una vez un libro mágico, que estaba encerrado bajo llave en una
habitación. Nadie sabía donde estaba la llave que habría esa
extraña puerta. Un día, un joven llamado Aladín, estaba jugando a
fútbol y se le escapó la pelota, cuando la fue a buscar encontró
una llave.
Cuando
la recogió del suelo fue a ver a su padre, para preguntarle que era
esa cosa tan extraña. Su padre le contó la historia de la llave
que abría la puerta de una habitación secreta. Cuando Aladín se
enteró, fue rápidamente en busca de la puerta.
Después
de tantos días de viaje, a lo lejos vió una montaña. Como iba
acompañado de su alfombra mágica, subió esa montaña en un
momento. Al llegar, abrió la puerta y descubrió un libro apoyado en
un atril. Al tocarlo se lo tragó y al despertar, apareció en una
casita donde en la escalera, había una monedita. Pronto supo que
estaba en la casita de la ratita presumida. Aladín se pasó horas y
horas buscando a la ratita presumida, pero él no se daba cuenta de
que estaba reversionando el cuento. Cuando la encontró tuvieron una
charla muy larga, hablando de como podría volver Aladín a su vida
normal. Al fin, Aladín supo como volver. Contó con la ayuda de la
ratita presumida. Cuando volvió a esa habitación del principio, ¡se
dió cuenta que había entrado en un cuento! El libro se lo volvió a
tragar y cuando despertó, vió tres casitas, entonces supo que
estaba con los tres cerditos. Aladín se cansó de tanto buscar,
cuando se sentó para descansar pasaron por allí los tres cerditos.
Aladín les pregunto si habían oído hablar “del libro mágico“.
Los cerditos se miraron unos a los otros pensando a que podía
referirse ese chico. Cuando por fin se acordaron de una historia
parecida que les habían contado hacía pocos días antes. Aladín
con ayuda de los cerditos se pusieron manos a la obra para ver que
podían hacer, cuando descubrieron que algo no cuadraba. Lo revisaron
todo, le hicieron preguntas, muchas preguntas al pobre chico, pero
había algo que se les escapaba. Los cerditos le pidieron a Aladín
que les entregara la llave para echarle un vistazo. Después de un
rato, se dieron cuenta de que habían visto una piedra con una forma
parecida. Llevaron al chico a la piedra misteriosa y pusieron
la llave encima. Después de un rato la llave se ilumino y abrió
una especie de portal mágico. Aladín se metió y apareció otra vez
en la habitación del principio. Antes de que se lo volviera a
tragar, cerró el libro con fuerza y salio de la habitación.
Aladín
rompió la llave para que a nadie más le pasara lo mismo que a él.
Cuando volvió a su casa estaba su padre esperándolo para cenar,
claro porque mientra él vivía esa aventura es como si no hubiera
pasado nada, cosa que Aladín agradeció porque no le gustaban las
preguntas, le ponían nervioso.
Y
así fue, vivieron felices y comieron perdices!!
Marta Bayona y